Dame a Cristo: Deleitarse en Cristo a través de los medios de gracia

Vivir la vida cristiana sin disfrutar de Cristo es como un pastel sin azúcar: puede parecer un pastel, pero no es lo que se supone que sea un pastel. A veces es difícil detectar cuando nuestra relación con Cristo ha perdido su sentido de dulce deleite y búsqueda. Esta es una forma sutil de deriva que todos los cristianos deben evitar. Recuerda que, para alejarse de la orilla, lo único que hay que hacer es, bueno, nada. Deja de remar hacia la orilla, y pronto la corriente te arrastrará mar adentro.

Entonces, ¿cómo evitar que nos alejemos gradualmente de Dios? Hebreos 2:1 dice: «Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos». Atención. Este es un bien valioso en una generación de distracción constante.

La antigua frase medios de gracia capta cómo practicamos esta atención. Un medio de gracia es un camino para recibir y vivir en el bien de lo que tenemos en Cristo. Como la cuchara que lleva la sabrosa sopa a la boca, un medio de gracia es el modo en que se nos entrega el alimento espiritual.

La mayoría de los creyentes conocen bien los principales medios de gracia que Dios utiliza para que nos deleitemos y vivamos en el bien de nuestra relación con Cristo. Uno piensa rápidamente en el tiempo concentrado en las Escrituras, la vida de oración y el reunirse con la comunidad de creyentes. Aunque podemos practicar más que estas vías básicas de gracia, ciertamente no podemos practicar menos sin sufrir una pérdida espiritual significativa.

La Escritura está donde contemplamos a Cristo

Cuando tomamos una foto con nuestros teléfonos, la imagen que se plasma y se guarda es precisamente hacia donde apuntamos la cámara. Lo que el lente «ve» es lo que se guarda en nuestros teléfonos. En 2 Corintios 3:18, se nos dice que somos transformados en la misma imagen al contemplar a Cristo. Lo que «vemos» por fe es lo que se imprime en nuestros corazones. La pregunta es, ¿cómo exactamente se contempla a Cristo de esta manera?

Contemplamos a Cristo mirando atentamente las páginas de la sagrada Escritura. Todo lo que sabemos sobre Cristo en su gloria eterna y en su humanidad de carne y hueso se encuentra en las páginas de la Escritura. Jesús mismo dijo: «y ellas son [las Escrituras] las que dan testimonio de mí» (Juan 5:39).

Esto implica un tiempo sin prisas en la palabra, individualmente y en comunidad. Debemos detenernos a reflexionar sobre las verdades de la persona de Cristo y la redención en el conjunto de la Escritura hasta que nuestros corazones se enciendan y se eleven en adoración.  

Al igual que la leña en una hoguera, a veces se necesitan varios intentos antes de que el fuego comience. La clave está en ir más despacio y elegir deliberadamente dedicar toda nuestra atención a esta contemplación. Para ello, tendremos que apagar otras cosas, en el lenguaje de la Escritura, «entra en tu aposento, y cerrada la puerta» (Mat. 6:6). Entonces buscamos en las páginas de la Escritura hasta encontrar a Cristo. Y, como los Magos de antaño, cuando lo encontremos, lo adoraremos (Mat. 2:8, 11).

Debemos detenernos a reflexionar sobre las verdades de Cristo hasta que nuestros corazones se enciendan y se eleven en adoración.

La oración es un camino para permanecer en Cristo

A través de los logros de la cruz, se nos invita a la comunión con el Dios vivo (Heb. 10:22). Aquí entramos en tierra sagrada. En Efesios 3:14-19, Pablo deja claro que el poder sobrenatural del Espíritu Santo es necesario para captar «el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento». También está claro que este amor se experimenta en respuesta a la oración. Es una oración que pide que vivamos en el bien del amor de Cristo por nosotros.

Pero este conocimiento del amor de Dios se mantiene también a través de la oración. Por eso Judas 20-21 dice: «orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios». Uno de mis versículos favoritos del Antiguo Testamento expresa el mismo pensamiento de una manera ligeramente diferente: «Tu gran amor lo tengo presente, y siempre ando en tu verdad» (Sal. 26:3, NVI). Este tipo de oración comienza con una petición y continúa con simples expresiones de confianza. Confiamos en que Dios se relaciona realmente con nosotros de la forma en que la Escritura dice que lo hace: ¡se regocija sobre nosotros con cánticos (Sof. 3:17)!

Esta oración implica tanto una búsqueda como una firmeza en lo que se da. En nuestras oraciones hacemos eco del canto del Señor sobre nosotros (Sal. 42:8) y podemos decir con confianza que «hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros» (1 Jn 4:16).

La iglesia reunida nos ayuda a tener comunión con Cristo

David Mathis dice que la comunión es una ayuda cuando nos alejamos de otros medios de gracia. «Cuando el deseo de escuchar su voz (en la palabra) se ha agotado, y cuando tu energía espiritual se ha agotado para hablarle al oído (en la oración), Dios envía su cuerpo para traerte de vuelta».[1] También dice: «La adoración corporativa es el medio de gracia más importante y nuestra mayor arma en la lucha por el gozo, porque como ningún otro medio, la adoración corporativa combina los tres principios de la gracia continua de Dios: su palabra, la oración y la comunión».[2]

Es fácil olvidar la razón por la que la adoración corporativa es tan poderosa. Hay mucho más que cantos, y sonrisas y palabras de aliento. 1 Juan 1:3 revela la base trinitaria y la deleitosa fuente de la comunión que experimentamos unos con otros: «lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo».

Aquí vemos la dimensión a menudo inadvertida de la reunión de la iglesia. Facilita el disfrute, la comunión, la relación y la amistad, que es un desbordamiento de la comunión que tenemos con Dios el Padre y el Hijo a través del Espíritu Santo. Al igual que un concierto musical se vive mejor en una multitud de aficionados, la iglesia reunida es el lugar donde disfrutamos, atesoramos y tenemos una comunión más profunda con Cristo.

La clave aquí es la presencia. Este medio de gracia es sólo para los participantes. Para conocer esta realidad, tenemos que estar allí, cada uno de nosotros en el Espíritu, fortaleciéndonos y animándonos mutuamente con nuestros dones, experimentando la presencia activa de Dios mientras su pueblo se reúne para adorarle.

¿Cuál es la mejor manera de atesorar a Cristo en nuestras vidas? Tomando el tiempo necesario para reflexionar sobre Cristo en la Escritura hasta que el afecto por Él se encienda en nuestros corazones, permaneciendo en su amor a través de la oración, y uniendo nuestra pieza del rompecabezas con las muchas otras piezas del rompecabezas de la iglesia reunida, para que podamos mostrar la imagen terminada de Cristo a los demás, y deleitarnos en la maravilla de esa imagen juntos.


[1] DAVID MATHIS HABITS OF GRACE [HÁBITOS DE GRACIA] (WHEATON, IL: CROSSWAY, 2016),148.

[2] IBÍD, 156-157.

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