«A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo» (Ef. 3:8).
Crecí viendo los dibujos animados de Disney Patoaventuras, con el tío Rico McPato sumergiéndose en su bóveda repleta de oro. Era el pato más rico del mundo, y guardaba sus tres acres cúbicos de oro en un gran edificio de almacenamiento llamado el depósito de dinero. Tenía riquezas inimaginables, pero incluso el depósito de dinero de Rico McPato tenía un fondo. Su riqueza era medible.
En Efesios 3:8, Pablo utiliza una de las frases más grandiosas de toda la Escritura cuando se refiere a «las inescrutables riquezas de Cristo». Decir que las riquezas de Cristo son inescrutables significa que son inconmensurables, insondables, que no se pueden agotar. Las riquezas de este mundo son limitadas, pero las riquezas que se encuentran en Cristo son ilimitadas.
Y estas son las riquezas en las que Dios quiere que nos sumerjamos como creyentes.
Líderes ordinarios y poco impresionantes
Para estar más impresionados con Cristo, tenemos que estar menos impresionados con nosotros mismos. Me parece notable e instructivo que Pablo se refiera a sí mismo como «el más pequeño de todos los santos». He aquí un hombre de singular importancia en la historia del mundo: confrontado y llamado por Cristo resucitado, autor de cartas del Nuevo Testamento, apóstol a los gentiles. Sin embargo, no sólo se considera el más pequeño entre los apóstoles, sino también el más pequeño de todos los santos.
Esta es una autoevaluación honesta y que honra a Dios. Los cristianos maduros siempre veremos más debilidades, pecados y defectos en nosotros mismos que los que vemos en los demás. El evangelio nos enseña a tener una visión menor de nosotros mismos y de nuestros logros. No fingimos la humildad; la verdadera humildad es simplemente una cuestión de ser honesto acerca de lo bajo, indigno y poco impresionante que realmente somos.
Hay bendición y libertad en saber que somos lo menos. Me encanta que la primera generación de líderes de Gracia Soberana haya hablado a menudo de ser pastores ordinarios. Como líder de la segunda generación, estoy preparado para llevar el liderazgo pastoral a niveles totalmente nuevos de ordinario y poco impresionante. Cada uno de nosotros debe esforzarse por verse a sí mismo con precisión, como el más pequeño de todos los santos.
Predicamos a Cristo
Afortunadamente, «no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor» (2 Cor. 4:5). Somos débiles e indignos; Jesús es majestuoso e impresionante. Somos pobres y necesitados; Él está lleno de abundante provisión. Y a cada ministro del evangelio se le ha dado este privilegio inmerecido de predicar las inescrutables riquezas de Cristo.
La parte más desafiante de mi trabajo como pastor, y la tarea en la que más encuentro mi debilidad e incapacidad, es tratar de desplegar la belleza de Cristo y las profundidades de su amor por los pecadores. Ninguna tarea ministerial es más emocionante, desafiante y desalentadora que intentar transmitir las riquezas inescrutables del Salvador. Y, sin embargo, la gracia ha sido dada para este propósito.
Cuando Pablo escribía cartas a las iglesias, sus escritos estaban llenos de Cristo. Cuando predicaba, sus sermones estaban llenos de «Jesucristo, y a este crucificado» (1 Cor. 2:2). Richard Sibbes dijo una vez que el trabajo principal de un pastor es exponer a Cristo. Los puritanos llenaron volúmenes con sermones que describían la gloria de Cristo en el evangelio, porque ésta es la vocación del pastor y el mensaje que más necesitan tanto los cristianos como los no cristianos.
Nadie se ha cansado ni se cansará de deleitarse en Cristo.
Un tesoro de gran belleza
Por eso se nos ordena mirar a Jesús (Heb. 12:2), regocijarnos siempre en el Señor (Fil. 4:4), venir a Él (Mat. 11:28) y permanecer en Él (Juan 15:4), y buscar las cosas de arriba, donde está Cristo (Col. 3:1). La vida cristiana se vive creyendo, estudiando y disfrutando de las riquezas de Cristo. ¿Estás aplicando tu mente y tu corazón al estudio de las inescrutables riquezas de Cristo? No hay mayor tema.
Considera las inescrutables riquezas de la persona de Cristo; no estamos tratando con ideas abstractas y proposiciones secas, sino con una persona viva y real. Considera las inescrutables riquezas de Cristo crucificado: ¡el Hijo de Dios te amó y se entregó por ti! Considera las inescrutables riquezas de Cristo resucitado, quien triunfó sobre la muerte para que también nosotros resucitemos con Él. Considera las riquezas de su gloria, las riquezas de su gracia, las riquezas de sus oficios y de sus nombres, las riquezas de su regreso y de su reinado eterno.
Él es preeminente en todo (Col. 1:18), el único en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (Col. 2:3), el único en quien habita corporalmente toda la plenitud de la deidad (Col. 2:9), el Salvador que lo es el todo y en todos (Col. 3:11).
Él es escondedero contra el viento, el refugio de la tormenta, el arroyo de agua en tierra de sequedad y la sombra en tierra calurosa (Isa. 32:2). Él es el rey hermoso (Isa. 33:17; Sal. 27:4), el Hijo amado en quien el Padre se deleita eternamente (Mat. 3:17), el pan de vida que sacia el alma (Juan 6:35), el tesoro escondido en un campo por el que, en nuestro gozo, hemos vendido todo lo que teníamos (Mat. 13:44).
Hay un tesoro de gran belleza
Que sobrepasa la gran riqueza de la tierra
Él es Jesús, Príncipe de Gloria
Fuente de toda gracia, paz y salud
Hay una fuente que siempre fluye
Satisfaciendo a todos los que beben
Él es Jesús, manantial de gozo
Para todos los que lo aclaman como su Rey.[1]
Buscando lo inescrutable
La mayor responsabilidad del cristiano es también su mayor privilegio: buscar las inescrutables riquezas de Cristo. Nadie se ha cansado ni se cansará de deleitarse en Cristo. El pozo de su gloria nunca se secará. Las tendencias van y vienen en la cultura y el ministerio, pero Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre. Debemos orar para que nuestros corazones se dirijan cada día, no a las cosas de la tierra o a las tendencias pasajeras, sino al amor de Dios y a la paciencia de Cristo (2 Tes. 3:5).
Sencillamente, no hay mejor manera de emplear nuestro tiempo y nuestras energías. Ningún tema será nunca más glorioso, más fortalecedor del alma y más satisfactorio. Jesús vive para siempre para satisfacernos con su amor, para confortarnos con su presencia, para llenarnos de su gozo.
Dios está llamando a las iglesias de Gracia Soberana a contemplar aún más la excelencia de Cristo de lo que nunca antes hemos hecho. Prosigamos a cultivar un sentido más profundo de la preciosidad de Cristo y la grandeza de su amor por nosotros. Consideremos que todo es una pérdida en comparación con la excelencia de conocer a Cristo (Fil. 3:8), y oremos para que crezcamos en el conocimiento de Él (2 Ped. 3:18) para la gloria de su nombre.
¿Cómo nos vemos a nosotros mismos? Los más pequeños de todos los santos. ¿Cómo vemos la vocación del pastor? Predicar a Cristo. ¿Y cómo vemos a Cristo? Él es el rey de las inescrutables riquezas. Alabado sea Dios; todo lo que necesitamos se encuentra en Cristo, nuestro tesoro.
[1] «HE IS JESUS» [ÉL ES JESÚS]. MÚSICA Y PALABRAS DE STEPHEN ALTROGGE, 2003 SOVEREIGN GRACE PRAISE (BMI).